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Este estudio investiga cómo ciertos componentes de la matriz extracelular (ECM) y la señalización celular asociada favorecen la formación de estructuras tipo vasos por parte de células tumorales, un proceso conocido como vasculogenic mimicry (VM), en cánceres de mama y ovario. Los autores caracterizaron un modelo invitro en el que células tumorales crecieron sobre matrices tridimensionales y progresaron en cuatro etapas distintas hacia la formación de tubos con lúmenes internos ricos en glicoproteínas (incluyendo laminina), capaces de transportar fluido.
A partir de experimentos con inhibidores específicos y técnicas de silenciamiento génico, descubrieron que la proteína integrina β1 es esencial desde la fase inicial del VM, mientras que otras rutas, como las de PI3K/AKT/FAK, resultan clave en etapas posteriores. Además, evidenciaron que la presencia de laminina 111 en la matriz no es solo soporte mecánico: en este contexto, actúa como una señal que desencadena el proceso de VM.
Los hallazgos son importantes porque muestran que la VM no es solo un fenómeno pasivo de las células tumorales respecto de su entorno, sino que depende activamente de interacciones específicas con la matriz y rutas de señalización celular. Esta comprensión abre la puerta a que se desarrollen biomarcadores para detectar tumores con capacidad de VM (que suelen tener peor pronóstico) y posibles tratamientos que interrumpan ese mecanismo alternativo de vascularización