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El estudio parte de dos hechos: primero, que el cáncer de ovario es uno de los más graves en mujeres y su incidencia sube después de la menopausia; segundo, que haber tenido hijos (paridad) reduce ese riesgo, aunque no estaba claro cómo ese efecto se mantenía a largo plazo.
Los autores revisan evidencia de que, al envejecer los ovarios, se acumulan daños por estrés oxidativo (es decir, por sustancias que pueden “oxidar” y dañar las células) y por inflamación.
Al mismo tiempo, los ovarios que han tenido hijos parecen conservar en mayor medida pequeños “folículos residuales” —un remanente del potencial reproductivo— que podrían actuar como una especie de escudo, ayudando a limitar ese daño celular y por ende disminuyendo la probabilidad de que se desarrolle cáncer.
El artículo propone que la protección que brinda haber tenido hijos va más allá de simplemente interrumpir ciclos de ovulación. Esa experiencia puede dejar “huellas” biológicas en el ovario que contribuyen a reducir el estrés oxidativo y la inflamación en la edad avanzada, lo que a su vez baja el riesgo de transformación cancerosa. Aunque no se conoce aún con detalle el mecanismo, los autores sugieren que investigar ese “diálogo” entre los folículos residuales y el tejido ovárico podría abrir nuevas vías para entender y prevenir el cáncer de ovario.